Paul va por los stands de los demás países buscando alianzas para su país en el sector de construcción. |
Por: Esteban Dávila Náder
@EstebanDN
Lo más verde en el pabellón que lleva por nombre ese color es sin duda el stand de Nigeria. Es uno de los más grandes de toda la exposición y con toda razón, pudimos contar más de 10 nigerianos, algunos ataviados con sus tradicionales atuendos largos, algunos exponiendo y otros hablando riendo. Entre ellos nos encontramos a Paul, vestido como cualquier colombiano, y sin parar de enseñar a pronunciar bien el nombre de su país.
@EstebanDN
Lo más verde en el pabellón que lleva por nombre ese color es sin duda el stand de Nigeria. Es uno de los más grandes de toda la exposición y con toda razón, pudimos contar más de 10 nigerianos, algunos ataviados con sus tradicionales atuendos largos, algunos exponiendo y otros hablando riendo. Entre ellos nos encontramos a Paul, vestido como cualquier colombiano, y sin parar de enseñar a pronunciar bien el nombre de su país.
“Este es el stand de ‘Nigeria’, ustedes le dicen así, pero
se pronuncia ‘Naiyiria’, repitan conmigo ‘Naiyiria’” dijo Paul después de que
nos saludó. Él y sus compañeros son oficiales de la Administración Federal de
Tierras y Vivienda de ‘Naiyiria’ y vienen para enseñar todos los avances que el
país ha logrado en materia de construcción, además de invitar a inversores de
todo el mundo a aprovechar las actividades que el país africano ofrece en el
sector.
Con 59 años, la labor de este nuevo amigo es que los visitantes
sean bien atendidos, ”que la gente se acerque a nosotros y sepa de todo lo que
es ‘naiyiria’” dice, delegado de prensa del stand mientras enseña fotos de los
proyectos desarrollados por el país africano en cuanto a carreteras, viviendas
y edificios.
Al principio a Paul le sucedió lo mismo que a muchos de los
visitantes que ocupan de la Plaza Mayor. Siendo su primera vez en Colombia, el
nigeriano nos cuenta que “Entiendo que hubo un tiempo en el que la seguridad
era terrible. Nosotros nos imaginábamos algo peor, y eso que tenemos nuestras
propias ciudades inseguras.” Pero tras ocho días de tomar el metro, de ir a
museos y de andar por centros comerciales, su visión, como la de sus
compañeros, ha cambiado totalmente.
“Nos sentimos vivos, felices, los colombianos son cálidos,
son amistosos, son buenos.” Nos dice el profesor de pronunciación antes de
despedirse.
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